HISTORIAS DE LA CIUDAD: ALGUIEN EN LA NOCHE
Por Antonio Capurro
© Todos los derechos reservados.
Nunca estuvo entre mis planes ser un escort, ¿por qué lo hice? ¿una forma de conocerme más? ¿dinero fácil? ¿peligro? Todavía sigo respondiéndome a esa pregunta y quizá tenga que pasar un tiempo para que dé una respuesta acertada porque la vida está hecha de experiencias y esta es una de ellas...
Hoy como casi todas las noches desde que empezó a hacerlo con más frecuencia, Giancarlo saldrá a encontrarse con uno de esos clientes que desde hace un par de meses lo busca fielmente. Lo de tener sexo por dinero se le ocurrió por un amigo de la academia pre universitaria con quien a veces se acostaba y que medio broma medio en serio le dijo que con el cuerpo y la cara que tenía muchos hombres se acostarían con él por dinero. Fue ahí que lo pensó porque nunca antes se le hubiera ocurrido, no lo necesitaba, pero que más daba sólo tendría que hacerlo cuando quisiera, no le parecía una mala idea acostarse con algunos hombres para ganar algo más que la plata que le daba su padre cada fin de mes. Sería algo pasajero que podía administrarlo a su antojo y no le haría daño a nadie ni nadie tenía por qué enterarse. Así que empezó a ejercitarse más en casa, a entrenar un poco más.
Desde hacía cinco años estaba al cuidado de su hermanito de cinco años porque ambos se habían quedado huérfanos y su papá viudo cuando su mamá decidió suicidarse tirándose del puente Villena en Miraflores, a veces por la noche se levantaba empapado de sudor gritando por su mamá. Ese golpe de la vida fue demasiado duro, tuvo que madurar de un porrazo y encargarse de las cosas de la casa, sin perder de vista su objetivo de ingresar a la universidad. No faltaba el dinero en casi pero la necesidad de su papá, quien trabajaba como profesor en un colegio nacional, en pagar más rápido la hipoteca de la casa que tenía en un bonito distrito clasemediero limeño, lo obligaron a poner el primer piso de su casa en alquiler. No demoró ni tres días en ser arrendada, la nueva familia llegó apenas legalizaron el contrato, estaba conformada por los padres, una hermana de quince años en silla de ruedas, un abuelito enfermo de artritis y también Eduardo, siete años mayor que él, residente de medicina en un hospital público. La atracción llegó en el acto.
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Nunca estuvo entre mis planes ser un escort, ¿por qué lo hice? ¿una forma de conocerme más? ¿dinero fácil? ¿peligro? Todavía sigo respondiéndome a esa pregunta y quizá tenga que pasar un tiempo para que dé una respuesta acertada porque la vida está hecha de experiencias y esta es una de ellas...
Hoy como casi todas las noches desde que empezó a hacerlo con más frecuencia, Giancarlo saldrá a encontrarse con uno de esos clientes que desde hace un par de meses lo busca fielmente. Lo de tener sexo por dinero se le ocurrió por un amigo de la academia pre universitaria con quien a veces se acostaba y que medio broma medio en serio le dijo que con el cuerpo y la cara que tenía muchos hombres se acostarían con él por dinero. Fue ahí que lo pensó porque nunca antes se le hubiera ocurrido, no lo necesitaba, pero que más daba sólo tendría que hacerlo cuando quisiera, no le parecía una mala idea acostarse con algunos hombres para ganar algo más que la plata que le daba su padre cada fin de mes. Sería algo pasajero que podía administrarlo a su antojo y no le haría daño a nadie ni nadie tenía por qué enterarse. Así que empezó a ejercitarse más en casa, a entrenar un poco más.
Desde hacía cinco años estaba al cuidado de su hermanito de cinco años porque ambos se habían quedado huérfanos y su papá viudo cuando su mamá decidió suicidarse tirándose del puente Villena en Miraflores, a veces por la noche se levantaba empapado de sudor gritando por su mamá. Ese golpe de la vida fue demasiado duro, tuvo que madurar de un porrazo y encargarse de las cosas de la casa, sin perder de vista su objetivo de ingresar a la universidad. No faltaba el dinero en casi pero la necesidad de su papá, quien trabajaba como profesor en un colegio nacional, en pagar más rápido la hipoteca de la casa que tenía en un bonito distrito clasemediero limeño, lo obligaron a poner el primer piso de su casa en alquiler. No demoró ni tres días en ser arrendada, la nueva familia llegó apenas legalizaron el contrato, estaba conformada por los padres, una hermana de quince años en silla de ruedas, un abuelito enfermo de artritis y también Eduardo, siete años mayor que él, residente de medicina en un hospital público. La atracción llegó en el acto.
Para Giancarlo aparentemente las cosas marchaban muy normales en casa, poco le faltaba para graduarse del hijo ideal del cual su padre no tenía la menor queja; sin embargo aunque no lo mencionara, la responsabilidad asumida en casa era demasiada para alguien tan joven como él y eso lo abrumaba. Tenía 19 años recién cumplidos y sentía que necesitaba vivir nuevas experiencias, esa curiosidad por la aventura fue el detonante para llegar a ser un escort de fin de semana, en lo que ya llevaba un año, se cuidaba mucho practicando sexo seguro y se hacía sus análisis, hasta ahora estaba limpio.
Mientras tanto se estaba enamorando de Eduardo, porque nunca antes había experimentado esa emoción, sabía a la hora que salía y regresaba del hospital, lo podía ver desde la ventana de la sala y en muchas ocasiones quiso salir a decirle algo y terminaba palteándose. No era tímido pero todavía no había descubierto la forma de llegar hasta él. Hasta que un día se decidió y lo espero en el jardín de la entrada medio disimulando que leía un libro y Eduardo, que luego confesó que también le había echado un ojo, le habló. Esa noche se fueron a caminar por el parque después de comer un par de sándwiches y ahí le contó que para el ser gay no era un problema y que su familia entera lo sabía que le importaba un carajo lo que los demás pensaban y que vida era su vida. No se cansaron de hablar y hablar, hasta se besaron y manosearon un poco en una parte oscura del parque y si no fueron al hotel más cercano fue porque Giancarlo quería algo más especial con él no como con sus clientes a quienes venirse les apremiaba, al menos los que conocía. Así que ya encontrarían ese momento para tirar muy rico sin apuros ni roches. Si las cosas funcionaban hasta podrían ser enamorados.
Pero una noche cambió todo. Nunca sospeché nada de ese tipo. Era fornido, serio y amable, tendría cuarenta años. Esa noche como otras antes condujo por la Costa Verde, camino a su casa en uno de los edificios de Miraflores. Luego de sostener una monótona y aburrida conversación él masculló algo ininteligible, quizá no dar una respuesta a su comentario entrecortado terminó por irritarlo. Pronto el carro dejó la carretera para ingresar al circuito de playas. Me puse alerta sin dejar en ningún momento que el nerviosismo me traicionara. Cauto y sereno aguardé a que el auto se detuviera. Faltando unos veinte metros para topar la orilla apagó el motor. A la distancia pude mirar las parpadeantes luces de un barco y el fuerte oleaje desembocando en la arena. Noté por el rabillo de mi ojo como el tipo se mordió los labios y rascó su barbilla antes de extraer una envoltura debajo del asiento. Entonces el miedo se apoderó de mí, pensé que era un arma y que me mataría, fue cuando decidí escaparme, abrí la puerta y salí corriendo de allí. No había logrado avanzar más que tres o cuatro metros cuando me dio alcance. Por unos minutos quise apelar a mis recursos de seducción, tirado en la arena, e intenté producir cierta atmósfera de juego erótico. Mi estrategia fue en vano porque mi cliente convertido en agresor empezó a revelar su lado brutal. Primero me amordazó la boca, luego ató mis manos y sacó un cuchillo con el que rasgó mis ropas e hizo algunos cortes. No pude soportar el resto, antes que me violase caí en la inconsciencia oyendo a lo lejos el ruido de las olas. Y me conduje a la nada. Transité cerca de tres horas por el limbo. Vi a mi madre de nuevo en casa colocando sobre mi cuerpo una manta para que yo durmiese tranquilo, vi a mí padre envolviéndome con todos los abrazos y besos nunca antes manifestados, vi a mi hermanito jugando conmigo en el jardín de la casa, vi a Eduardo sonriéndome y diciendo que no solo me deseaba muchísimo sino que me quería para algo realmente serio. Lo último era cierto…
-Ya te examiné. Tu estado no es grave pero tampoco podrás salir corriendo. La recomendación es descanso y no levantar peso por lo menos un mes. Afortunadamente no tienes golpes en la cara ni siquiera una magulladura. No sé cómo pudo pasarte esto Giancarlo. Recibiste los peores golpes en los brazos y los muslos. Hay leves cortes de navaja en tus hombros, pecho y vientre. Debido a esto último aplicamos una inyección antitetánica. Además, hubo una prueba rectal para comprobar la violación; lo cual pudieron deducir por el estado de tus ropas hechas un desastre y el sangrado anal.
-Yo... – intentó decir algo pero se calló.
-Cálmate. No tienes que explicarme nada. Si en algo te consuela, le dije al personal médico de emergencia que eres mi primo y que me encargaría de todo, así no llamarán a la policía. Espero que no haya problemas, no lo creo.
Me alarmé un poco con el solo hecho de verme en una delegación asentando la denuncia por violación frente a un poli, ya que hacerlo significaría tener que contar la verdad y dar las características del tipo, tener que decir quien soy, soportar las bromas y los murmullos. Tener que aguantar esas miradas irónicas y burlonas de ¡cabro de mierda!, lo sabía porque a otros ya les había pasado, yo era un puto asqueroso que según ellos merecía esto y mucho más. ¿Cómo es que a un chico de familia se le había ocurrido dedicarse a ser un flete?
-Entiendo que desees estar solo para pensar mejor las cosas y descansar antes de salir para tu casa. Sabes, tengo muchas preguntas pero no te las haré en este momento, ya me contarás, nos queda mucho tiempo para conocernos ¿no? Ahora quiero que descanses, luego veremos.
-¿Veremos?
-No te voy a dejar solo con esto. Yo te voy a cuidar. Necesitas mucha comprensión ahora. Además tú sabes que me gustas mucho y quiero conocerte. Yo también he hecho cosas, no me creas un santo. Ya te las contaré.
Eduardo me calmó, tuve la suerte de tenerlo en el momento adecuado. Fui echado de casa, mi padre no soportaba tener un hijo maricón mucho menos un escort. Sus palabras no dejaron dudas. Él no sería el hazmerreir de todos en el barrio. Eduardo me ayudó a empacar mis cosas y subí a su cuarto en el segundo pisto. Mi hermanito me visitaba con frecuencia cuando papá salía al dictado de sus clases en el colegio, contrató a una empleada que lo dejaba estar conmigo y que me permitía verlo pero solo cuando él no estaba, al menos tenía ese consuelo. Los padres de Eduardo no dijeron nada, respetaban la vida de su hijo porque les había demostrado que era un estupendo alumno y buen hijo, sabían que era gay no tenían problema con ello. A la semana Eduardo me dijo para quedarnos por un tiempo en la casa de su amigo que viajaba al extranjero y que le había dejado su departamento para cuidarlo. Fue así que pudimos tener más libertad para conocernos, tener mucho sexo y hacer el amor. Me hice la prueba de VIH y salí negativo, había tenido suerte. A todo eso, le añadí una satisfacción personal a mi autoestima logrando uno de los primeros puestos al ingresar a la universidad en el área de letras, eso me devolvió las ganas de seguir adelante y no darme por vencido, además nunca me había considerado un perdedor. Era tan bueno haber conocido a Eduardo, comencé a ir a terapia para superar el trance de la violación lo de mi madre y todo lo que había pasado en mi corta vida. ¿Qué más podía pedir? De repente con el tiempo mi padre cambiaría su actitud. Todo en la vida lleva un proceso. Ya no soy ese alguien de la noche que va por sus clientes, aunque a veces siento que me gustaría hacerlo de nuevo no sé por qué...tal vez sea realmente sea un puto.
Pero una noche cambió todo. Nunca sospeché nada de ese tipo. Era fornido, serio y amable, tendría cuarenta años. Esa noche como otras antes condujo por la Costa Verde, camino a su casa en uno de los edificios de Miraflores. Luego de sostener una monótona y aburrida conversación él masculló algo ininteligible, quizá no dar una respuesta a su comentario entrecortado terminó por irritarlo. Pronto el carro dejó la carretera para ingresar al circuito de playas. Me puse alerta sin dejar en ningún momento que el nerviosismo me traicionara. Cauto y sereno aguardé a que el auto se detuviera. Faltando unos veinte metros para topar la orilla apagó el motor. A la distancia pude mirar las parpadeantes luces de un barco y el fuerte oleaje desembocando en la arena. Noté por el rabillo de mi ojo como el tipo se mordió los labios y rascó su barbilla antes de extraer una envoltura debajo del asiento. Entonces el miedo se apoderó de mí, pensé que era un arma y que me mataría, fue cuando decidí escaparme, abrí la puerta y salí corriendo de allí. No había logrado avanzar más que tres o cuatro metros cuando me dio alcance. Por unos minutos quise apelar a mis recursos de seducción, tirado en la arena, e intenté producir cierta atmósfera de juego erótico. Mi estrategia fue en vano porque mi cliente convertido en agresor empezó a revelar su lado brutal. Primero me amordazó la boca, luego ató mis manos y sacó un cuchillo con el que rasgó mis ropas e hizo algunos cortes. No pude soportar el resto, antes que me violase caí en la inconsciencia oyendo a lo lejos el ruido de las olas. Y me conduje a la nada. Transité cerca de tres horas por el limbo. Vi a mi madre de nuevo en casa colocando sobre mi cuerpo una manta para que yo durmiese tranquilo, vi a mí padre envolviéndome con todos los abrazos y besos nunca antes manifestados, vi a mi hermanito jugando conmigo en el jardín de la casa, vi a Eduardo sonriéndome y diciendo que no solo me deseaba muchísimo sino que me quería para algo realmente serio. Lo último era cierto…
-Ya te examiné. Tu estado no es grave pero tampoco podrás salir corriendo. La recomendación es descanso y no levantar peso por lo menos un mes. Afortunadamente no tienes golpes en la cara ni siquiera una magulladura. No sé cómo pudo pasarte esto Giancarlo. Recibiste los peores golpes en los brazos y los muslos. Hay leves cortes de navaja en tus hombros, pecho y vientre. Debido a esto último aplicamos una inyección antitetánica. Además, hubo una prueba rectal para comprobar la violación; lo cual pudieron deducir por el estado de tus ropas hechas un desastre y el sangrado anal.
-Yo... – intentó decir algo pero se calló.
-Cálmate. No tienes que explicarme nada. Si en algo te consuela, le dije al personal médico de emergencia que eres mi primo y que me encargaría de todo, así no llamarán a la policía. Espero que no haya problemas, no lo creo.
Me alarmé un poco con el solo hecho de verme en una delegación asentando la denuncia por violación frente a un poli, ya que hacerlo significaría tener que contar la verdad y dar las características del tipo, tener que decir quien soy, soportar las bromas y los murmullos. Tener que aguantar esas miradas irónicas y burlonas de ¡cabro de mierda!, lo sabía porque a otros ya les había pasado, yo era un puto asqueroso que según ellos merecía esto y mucho más. ¿Cómo es que a un chico de familia se le había ocurrido dedicarse a ser un flete?
-Entiendo que desees estar solo para pensar mejor las cosas y descansar antes de salir para tu casa. Sabes, tengo muchas preguntas pero no te las haré en este momento, ya me contarás, nos queda mucho tiempo para conocernos ¿no? Ahora quiero que descanses, luego veremos.
-¿Veremos?
-No te voy a dejar solo con esto. Yo te voy a cuidar. Necesitas mucha comprensión ahora. Además tú sabes que me gustas mucho y quiero conocerte. Yo también he hecho cosas, no me creas un santo. Ya te las contaré.
Eduardo me calmó, tuve la suerte de tenerlo en el momento adecuado. Fui echado de casa, mi padre no soportaba tener un hijo maricón mucho menos un escort. Sus palabras no dejaron dudas. Él no sería el hazmerreir de todos en el barrio. Eduardo me ayudó a empacar mis cosas y subí a su cuarto en el segundo pisto. Mi hermanito me visitaba con frecuencia cuando papá salía al dictado de sus clases en el colegio, contrató a una empleada que lo dejaba estar conmigo y que me permitía verlo pero solo cuando él no estaba, al menos tenía ese consuelo. Los padres de Eduardo no dijeron nada, respetaban la vida de su hijo porque les había demostrado que era un estupendo alumno y buen hijo, sabían que era gay no tenían problema con ello. A la semana Eduardo me dijo para quedarnos por un tiempo en la casa de su amigo que viajaba al extranjero y que le había dejado su departamento para cuidarlo. Fue así que pudimos tener más libertad para conocernos, tener mucho sexo y hacer el amor. Me hice la prueba de VIH y salí negativo, había tenido suerte. A todo eso, le añadí una satisfacción personal a mi autoestima logrando uno de los primeros puestos al ingresar a la universidad en el área de letras, eso me devolvió las ganas de seguir adelante y no darme por vencido, además nunca me había considerado un perdedor. Era tan bueno haber conocido a Eduardo, comencé a ir a terapia para superar el trance de la violación lo de mi madre y todo lo que había pasado en mi corta vida. ¿Qué más podía pedir? De repente con el tiempo mi padre cambiaría su actitud. Todo en la vida lleva un proceso. Ya no soy ese alguien de la noche que va por sus clientes, aunque a veces siento que me gustaría hacerlo de nuevo no sé por qué...tal vez sea realmente sea un puto.
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