EN PRIMERA BUTACA: Elephant o el terror silencioso de las escuelas americanas

Por Antonio Capurro

Un elefante es uno de los mamíferos más grandes del reino animal, un animal que nos entretiene cuando vamos al zoológico o simplemente en algún espectáculo de matiné. Gus Van Sant nos muestra un elefante diferente, aquel que se pone frente a nuestros ojos todos los días en una sociedad violenta y caótica. Elefante forma parte de una trilogía junto a Los últimos días y Paranoid Park, autoría fílmica de uno de los más agudos, polémicos y audaces cineastas norteamericanos de los últimos tiempos. 

Hombre intenso, homosexual asumido y cineasta independiente, el cine de Van Sant no es un cine de apologías o explicaciones, porque él tan solo muestras las cosas como las ve, a veces de forma directa otras muy sutilmente. El director de Milk construye el universo fílmico de esta película cuestionando los valores de una sociedad violenta como la americana cargada de una historia a punta de rifles y cañones. Elephant (ganadora de la Palma de Cannes 2003 por Mejor Película y para su director) nos presenta la plácida vida de un pueblo en donde todo parece perfecto, monótono y rutinario, donde los días pasan como cualquier otro y donde nada hace presagiar al elefante dormido que está a punto de salir de su letargo.

Para muchos la obra de Van Sant es singular e inclasificable y si que lo es, porque su puesta en escena se fractura ofreciendo al espectador diferentes ángulos de una misma realidad, con el objetivo de que el espectador pueda tener no una sino varias explicaciones del cómo y porqué se produjeron los hechos dentro de la escuela secundaria. Sabemos los hechos porque cada uno de los personajes a través de sus movimientos nos conducen a las respuestas que buscamos. Estos muchachos nos permiten ingresar a su universo estudiantil y allí somos cómplices de una cámara que los persigue en cada uno de sus pasos. Nunca adivinaremos en qué momento se oirá el primer disparo o cuando estallará el caos, pese a que tengamos el referente mediático de Columbine y sepamos que hubo una matanza que cobró víctimas. Lo peor está en saber que algo va a ocurrir pero no tener idea de cuando.

 El relato en el guion se rompe a cada momento y los cambios de mirada son muchos, cada uno de ellos tiene su versión y nada es cronológico, es como si no hubiera un tiempo como la música de uno de los victimarios con esa pieza clásica de piano que por unos minutos lleva la violencia interna hacia el nirvana. Todo ocurre en un día, sus vidas no volverán a ser las mismas ni la de Eli (Elias McConnell) que siempre está haciendo fotos ni la de Nate (Nathan Tyson) y su novia Carrie (Carrie Finklea), ni la de John (John Robinson) uno de los sobrevivientes que no llega a entrar a clases porque olvida las llaves del coche de su padre en la conserjería del instituto, ni las de las tres chicas bulímicas Brittany (Brittany Mountain), Jordan (Jordan Taylor) y Nicole (Nicole George), ni la de Michelle (Kristen Hicks), nerd tímida molestada por sus compañeras de aula. Alex (Alex Frost) y Eric (Eric Deulen) desean hacer algo más y lo encuentran en la prolongación de su paronia virtual porque la matanza ya no será un videojuego todo será tan real tanto como el beso que se dan en la bañera antes de salir al crimen.

Elefante no tiene reglas ni esquemas, es libre y desordenada, no tiene ritmo ni orden, es como un rompecabezas visual que vamos armando de a pocos hasta el final, cuando los créditos aparecen todavía nos preguntamos "¿por qué lo hicieron?". Gus Van Sant eligió actores no profesionales para encarnar a los estudiantes. La obra de Van Sant es una oda lenta y silenciosa, tanto como sus largos travelling persiguiendo a los chicos, de allí emerge un sentido poético frío y enérgico, vital y eterno, un canto que nadie oye pero que repite una y otra vez. 


Yo también quise buscar explicaciones y nos las encontré luego de 81 minutos de largometraje. Lo que vi fue una realidad que nos atemoriza y nos preocupa. ¿Qué es más impactante y dramático: las imágenes de los noticieros o esa narración silenciosa, feroz y plena de Gus Van Sant? 

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