RELATOS DE LA CIUDAD: Del Perú a Dallas por Antonio Capurro y Alejandro Zepeda

Escrito en el año 2001 el siguiente fue un ejercicio al alimón escrito con Alejandro Zepeda, a quien conocí en los tiempos del messenger. 

De madrugada, unidos por un monitor y un teclado Sebastián y Luciano inician su conversación como todas las noches a través de la computadora. Ya van medio año haciendo lo mismo. Se conocieron en una de esas salas de chat en el undernet del MIRC donde hombres buscan a otros hombres y desde el inicio tuvieron química virtual, pero ahora lo único que les falta es verse cara a cara. ¿Acaso lo que hacen no lo es? Ambos se tratan como novios, Sebastián le llama zorrillo a Luciano; y Luciano, con el mismo cariño, le puso rorro a su amante mexicano del ciberespacio. 
Esto de amantes es sólo a través de las palabras escritas y tan incierto como las historietas cómicas de aventuras; al menos hasta el momento no se conocen físicamente salvo que Sebastián haga realidad lo de no sabes cuantas veces he pensado en dejarlo todo e ir adonde tú estás, no me importa si yo estoy en Dallas y tu estás en el Perú me vale una chingada. ¿Estaría dispuesto a cambiarlo todo para vivir ya no una fantasía sino algo de carne y hueso? Con la edad uno se vuelve realista, ¿pero dónde quedan todas esas ilusiones que te hacen sentir vivo? 
Por ahora están conectados por un módem, una fibra óptica y un par de parlantes. Eso es todo lo que tienen y las ilusiones que nunca mueren. A pesar de todo, para ninguno de los dos es un juego ni una simple distracción, primero fue el correo electrónico pues Sebastián buscaba información de hoteles debido a un viaje de negocios al Perú que preparaba su jefe Stanley Hughes Dorantes, un niño rico de Guanajuato. Y no tardó demasiado en recibir información de la agencia de viajes “Vistamar” en la cual Luciano como agente de ventas proporciona información precisa sobre hospedajes y viajes turísticos. Entre correos electrónicos y llamadas a larga distancia empezaron a enamorarse. 
Su relación virtual creció como un oasis en el desierto entre los escombros dejados por sus relaciones destructivas anteriores, esas que no te dejan buen sabor en la boca sólo el gusto del buen polvo de la cama. Al poco tiempo Sebastián invitaba a Luciano al messenger, largas conversaciones en el chat; luego, una carta vía aérea con un par de poemas esto lo escribí para ti que eres tan especial, la primera vez al teléfono sonabas algo nervioso, la teleconferencia me gustas como te ves, las fotos me gusta tu boca de panocha con esos labios tan carnosos
Luciano piensa mucho en Sebastián, tiene un portarretrato con su foto y cada vez que habla con él mira de soslayo el cuadro imaginando cada una de sus reacciones, construyendo sus sonrisas, adivinando sus gestos, delineando sus posturas y con todo eso puede hacer un dibujo perfecto en su mente como en esta ocasión en que la noche callada entra por la ventana refrescando su cuerpo sudoroso. 

-¿Ya te vas?
-No güey, aquí sigo- responde Sebastián. A un lado, en el escritorio, observa su taza de café del Dallas Museum of Art, ese amuleto de la buena suerte, regalo de su tía Juana la curandera, que lo ha traído consigo en la maleta. En un rato pone el chat Sebastián al teléfono para que nadie lo interrumpa y llamar por sorpresa a Luciano  a través del internet que a esa hora ya debe estar en su habitación en San Borja; pero igual desde el par de metros que lo separan del computador puede, a pesar de ser un cegatón irrecuperable, leer lo que Luciano escribe en sus líneas con la fuente de color rojo.
-Ayer camino a casa me preguntaba ¿con cuántos te habrás acostado desde que somos novios?
-Sólo con el arquitecto Stanley, mi jefe, antes de conocerte, pero eso fue hace rato. No te pongas celoso zorrillo. Eso es pasado. Tú eres el que me importa. 
Una palabra cariñosa es un recurso efectivo y Sebastián lo sabe muy bien.
-Ya quisiera tener a Stan enfrente para... yo te haré olvidar a esa verga y todas las demás. Luciano muerde sus labios cerrando el puño frente al monitor. 
-Tranquilízate, yo estoy tranquilo hoy, lo mío es capítulo cerrado como lo tuyo con Daniel, ese anfitrión tuyo del grupo gay de la universidad, mi zorrillo chimbotano. 
-Lo estoy, cuéntame de tus padres, ¿Hablaste con ellos?
-No he comprado la tarjeta aún, pero este fin de semana lo haré. Ya te lo dije soy un mejicano pobre. Además es semana santa y habrán salido a los altares a pedir por ese hijo maricón para que dejé de coger con los hombres. 
-Ya basta, no bromees. Pero dime, ¿cómo será cuando pasemos una semana santa en México, ¿qué haremos tú y yo por allá? Pregunta Luciano mirando por encima del monitor hacia la pared donde tiene pegada una foto collage de ambos. 
-Saldremos a la calle y nos confundiremos entre los ríos de gente; Guanajuato es un paraíso turístico y hay tantas iglesias que quedarás fascinado. Vamos a conocer muchos lugares…
-Contigo de guía, seguro que aprenderé mucho; pero hay algo que quiero entre las miles de cosas que deseo hacer contigo.
-¿Qué? El amor lo haremos primero sin lugar a dudas, con lo caliente que estoy te quiero ya entre mis brazos y no sigo porque sino este de aquí abajo va a querer que cojamos ahora mismo frente a la cámara o en el teléfono…
-Rico, yo quiero eso. Pero dime ¿cuando estemos en tu pueblo habrá un lugar donde podamos dormir al aire libre toda la noche y ver el amanecer desnudos?
-Así lo haremos, ¿no adivinas por qué?
-¿Por qué?
-Porque ya me encuentro aquí mismo en Lima, en tu Perú, registrado en el hotel Marriot cerca a tu distrito. 
-No mientas. Eso no es posible. No es cierto. 
-No te lo quise decir zorrillo. Me ha costado mucho la decisión pero aquí me tienes. Es una locura que necesitaba hacer. ¿Vienes tú o voy? Debo estar loco para hacer esto por ti, maldito cabrón. 
-Dios, no lo creo rorro, pero salgo para allá de inmediato. ¿Me vas a esperar no?
-No me puedo regresar a México eh…así qué vente ahora que te quiero oler, tocar, sentir…


Tu zorrillo que te quiere
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Luciano
Vivo pensando en ti
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Sebastián

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